Pol, que es agente de tráfico y da clases de movilidad segura, nos cuenta cómo se reencontró por casualidad en una de estas sesiones con la víctima de un accidente de coche muy traumático
De camino al trabajo ya empiezo a darle vueltas: ¿cómo enfocaré la sesión? ¿Qué haré hoy? ¿Cómo me presentaré? ¿Qué actividades haré? ¿Cumpliré con los objetivos que quiero? Mil cosas más me pasan por la cabeza. Tengo la suerte de poder llegar a tantos alumnos que debo aprovecharlo lo más que pueda, exprimir hasta el último minuto para hacer entender la importancia del comportamiento en la seguridad vial. De hecho, no me tengo que esforzar mucho para hacerlo, me apasiona este trabajo: compagino el trabajo de agente de tráfico con el de monitor de movilidad segura.
Las personas a menudo necesitamos cambios para hacer una renovación de aires y buscar nuevas motivaciones. Yo, en cambio, tengo la suerte de vivir esta renovación de aires y nuevas motivaciones en muchas de las sesiones que hago, y eso no tiene precio. A los agentes de tráfico a menudo se nos asocia al talonario de denuncias, pero nuestro trabajo va mucho más allá. Las tareas más gratificantes, evidentemente, se nos presentan cuando podemos ayudar a las personas que lo necesitan.
Sin ir más lejos, hace unos días me desplacé a una escuela para hacer unas sesiones de movilidad segura a niños y niñas de nueve años. Antes de la charla, una de las maestras me explicó que en la clase había una alumna que había tenido un trágico accidente en el que había perdido a su padre. Me comentó que habían estado preparando a la alumna para darle a entender que el mosso que vendría hablaría solo de tráfico. Para ella este tema era especialmente sensible y a menudo terminaba con lágrimas.
Cuando me interesé por lo que le había ocurrido a la alumna, la maestra me explicó la historia. Al escucharla reviví los momentos de aquel trágico accidente: yo trabajaba esa noche y, junto con mi compañero, llegamos los primeros y vivimos momentos muy tristes y estresantes. Después de los accidentes, los Mossos no nos vamos enseguida, nos quedamos en el lugar de los hechos bastante rato para recoger datos, hacer fotos, conseguir pruebas para esclarecer los hechos, declaraciones, etc. Recuerdo perfectamente que después de haber pasado bastante rato en aquel accidente, no me pude aguantar la angustia que tenía y, solo, en un lugar donde no me veía nadie, rompí a llorar. Muchas veces las situaciones que vivimos no son fáciles de digerir y esta me acompañó mucho tiempo.
Al dirigirme hacia la escuela tenía una mezcla de sensaciones, alegría por reencontrarme con la alumna y a la vez nervios exagerados por no saber si sería capaz de redirigir la sesión a tiempo si la cosa se torcía.
En las sesiones de movilidad segura a menudo entramos en la clase y tratamos de romper el hielo de una manera cercana, haciendo alguna broma, poniendo a prueba a los alumnos con alguna pregunta, haciendo una presentación de quiénes somos, qué tareas llevamos a cabo, etc. Ese día no tenía por qué ser diferente, tenía que hacerlo como siempre, pero parte de mi concentración tenía que ir dirigida a observar a la alumna que tanto me preocupaba, sin que se notara, claro.
Los monitores debemos saber hacer estas tareas, observar quién participa y quién no, hacer participar a aquellos que no levantan la mano, animar al máximo de alumnos posible y redirigir una sesión cuando no funciona. Así que puse en marcha la sesión con las actividades que tenía programadas. Quería que fuera una sesión como las que hago a menudo, con diferentes actividades y algunas de estas con un toque emocional para dejar huella el máximo de tiempo posible.
Al cabo de un rato ya detecté que la alumna que me preocupaba no participaba, por lo tanto debía redirigir esa sesión para conseguir su participación. Entonces, dije: “Venga, necesito a alguien que quiera hacer de policía y nos explique cómo se ha de ir en bici, qué peligros tiene, qué necesitamos, por dónde podemos circular…”. Enseguida, brazos levantados, pero el suyo no.
“Perfecto Lluís, tú serás el policía. Ahora esto es una clase de P-5, no hemos ido nunca en bici, no sabemos nada del tema bici y yo ahora no soy Pol, ahora soy Lluís y me siento en tu sitio. Adelante Lluís, ya puedes empezar.”
Genial, ya vi a la alumna que me preocupaba haciendo una sonrisa de oreja a oreja, esto era una buena señal, la cosa iba bien. Después de las explicaciones que nos hizo Lluís de cómo ir en bici, todos aplaudimos y se sentó.
Ahora sería yo quien escogería a la próxima voluntaria para salir y esta vez la voluntaria hablaría de un tema muy cercano: cómo tenemos que ir dentro del coche. Así que, jugándome todas las cartas, le dije que me gustaría mucho que ahora ella hiciera de policía y que nos explicara cómo teníamos que ir dentro del coche, que imaginara que estábamos en una clase igual que antes, de P-5, y que yo me sentaría en su sitio y ahora yo no era Pol, ahora yo era un alumno de P-5.
Brillante, espectacular, ni un adulto hubiera dicho cosas tan sensatas como dijo ella.
La sesión continuó con diferentes actividades y la última era mirar un vídeo en el que se observaban unas situaciones cotidianas con cinturón y sin cinturón. Al finalizar esta actividad y hablar del tema, varios alumnos explicaron situaciones similares que habían vivido.
Ella también lo explicó, parece ser que nunca lo había hecho antes con tanta naturalidad y sin lágrimas. Explicó el accidente de aquella trágica noche y se hizo un silencio abrumador. Yo tragué saliva y, viendo que ella estaba tan entera, le expliqué que era yo quien la había sacado del coche esa noche, a ella y a sus hermanas. De repente, ella sonrió y otros alumnos arrancaron a aplaudir. La profesora le dijo que sería muy bonito que nos diéramos un abrazo… Yo volvía a tener ganas de llorar, pero necesitaba disimular ante los alumnos, no sería muy normal ver un mosso poniéndose a llorar!
Volví a abrazar a esa niña, por segunda vez, pero esta vez con un cosquilleo emocional que me invadía por todas partes.
Al finalizar la sesión la tutora me explicó que esta alumna, hasta el día de hoy, todavía no había explicado con tanta naturalidad aquel trágico accidente y que creía que se había quitado un peso de encima gracias a la sesión de movilidad segura que había hecho.
¡Este es el mejor regalo que mi trabajo me puede dar!