Nacieron en 2004, parece que hace 4 días, pero han recibido mucha más cultura vial que sus padres, por no hablar de sus abuelos. Tienen solo 14 o 15 años pero de pequeños ya iban en sillita en el coche, nunca han visto a un motorista sin casco y tienen más claro que muchos adultos que no se puede beber si se tiene que coger el coche. Aún no tienen el permiso de conducir pero ya tienen ideas firmes sobre algunos aspectos básicos de la seguridad vial. Esto es fruto, entre otras cosas, de un cambio cultural que se viene gestando desde hace más de 20 años, en el que ciertos comportamientos y actitudes en la movilidad ya están incorporados de manera natural en el ADN de estos adolescentes, nuestros futuros conductores y conductoras.
Juegos de rol y dinámicas de grupo para evitar accidentes
Tenía especial interés en acudir a una de las charlas de concienciación que mossos d’Esquadra responsables de la educación para la movilidad segura realizan de manera habitual en escuelas e institutos de Cataluña.
En mi época no existían este tipo de actividades. Como mucho, te explicaban el significado de las señales de tráfico y poco más. A la generación de los padres de los actuales adolescentes no nos habían hablado nunca de comportamientos de riesgo, del peligro de conducir bajo los efectos del alcohol y las drogas, de la importancia de llevar casco en la moto y en la bici y de ser conscientes de tomar decisiones seguras. Para mejorar la seguridad vial es necesario un cambio y, sin educación, ese cambio no es posible.
Los jóvenes y su siniestralidad: En el 2010, 40 jóvenes de entre 16 y 25 años fallecieron en accidentes de tráfico en las carreteras catalanas. Actualmente hemos conseguido reducir esta cifra en un 50%. Ningún otro grupo de edad registra un descenso tan significativo
El aprendizaje de la movilidad segura es el proceso imprescindible para conseguirlo y se debe hacer desde la infancia con el fin de adquirir hábitos y valores que nos están ayudando a construir una conciencia colectiva sólida en seguridad vial.
Hoy vamos al IES de Torrefarrera, donde Jesús Caldera, mosso coordinador de la educación para la movilidad segura en Lleida, acompañado de su compañero Albert Barrot, tienen previsto dar una charla a los estudiantes de 3º de la ESO. No es la primera vez que vienen a este instituto. De hecho, se imparten sesiones desde primero de la ESO hasta bachillerato. A muchos alumnos ya los conocen e “incluso a algunos les venimos dando formación desde la primaria”.
Los esperamos en la clase. Llegan del patio alborotados, algunos ponen cara de sorpresa al ver a los mossos, otros sonríen, hacen comentarios sottovoce. Jesús tiene experiencia y domina a la perfección las técnicas de dinámica de grupo. Les hace mover las sillas y sentarse en círculo para que así todos puedan verse las caras. Aunque son compañeros de clase tienen vergüenza y no hablan. Silencio sepulcral de golpe. Por eso empieza con un ejercicio en el que les hace decir, uno por uno, si creen que el compañero que está sentado a su lado se deja influenciar por el grupo. Reacciones de sorpresa, de cierto malestar, respuestas del tipo “¿pero qué dices?” o “¡no es verdad!” cuando alguno dice que el de al lado tiene un comportamiento de “borrego”… Pero se ha roto el hielo y ahora todos están más relajados y participativos.
Los agentes educadores tratan y debaten la valoración de la seguridad, la vulnerabilidad y el riesgo, la influencia del grupo, la gestión de los límites y capacidades y el peso de las emociones en nuestras acciones. A menudo, los adolescentes actúan de manera gregaria para no sentirse excluidos del grupo porque en la adolescencia lo peor que te puede pasar es que te digan que “eres un pringado”. Los amigos son lo más importante. El resto no existe, no interesa.
La sesión es ágil, fresca, directa y divertida. Jesús se dirige a los jóvenes en su lenguaje, busca el feedback, plantea juegos de rol y dinámicas con una intención clara. “Queremos que reflexionen, que piensen. No venimos a darles lecciones magistrales sino que buscamos que se den cuenta de que está en sus manos tomar decisiones correctas que no pongan en riesgo su seguridad.” Depende de ellos hacer las cosas diferentes a como las hacen o las han hecho sus padres, que no tuvieron acceso a la información y a la formación como ellos. “Sois el futuro”, les dice. Ellos se miran y se ríen. Los adolescentes siempre ríen, todo les parece divertido.
El impacto de la formación: A lo largo del 2018, los mossos educadores realizaron 494 sesiones en 89 institutos de secundaria de Cataluña, en los que participaron 12.576 alumnos de 12 a 18 años
En estas sesiones, los jóvenes aprenden a valorar la manera de afrontar una situación compleja de tráfico y la capacidad para actuar y ser consciente de la influencia que se ejerce sobre alguien y la que ejercen los otros para decidir la conducta más segura en todo momento.
“La importancia de la prevención es querer cambiar. ¿Queréis cambiar?” Todos asienten con la cabeza. Por último, la pregunta del millón: “¿Por qué las policías hacemos controles?”. La respuesta es contundente, sin vacilaciones: “Para evitar que haya un accidente, para evitar que alguien muera en la carretera”.
La sesión llega al final. El tiempo ha pasado volando. Están contentos y seguro que cuando lleguen a casa se lo explicarán a sus padres. Es la lluvia fina, casi imperceptible, que cala y que es eficaz a largo plazo. Esta es la cuestión que marcará el cambio en la seguridad vial en nuestro país. Nuevas generaciones más concienciadas e implicadas en una seguridad vial global y sin fisuras.