El verano nos evoca momentos festivos, amables, agradables, divertidos, relajantes…, pero en la carretera no todo es de color de rosa. En verano es cuando más personas pierden la vida por accidente de tráfico. El verano en la carretera es demasiado negro.
Del 21 de junio al 11 de septiembre de este año ha habido 50 víctimas mortales en las carreteras catalanas. Son menos que el verano del año pasado, pero son datos que nos tendrían que poner los pelos de punta. Son cifras que comparamos e incluso restamos –50 en el 2019, 56 en el 2018–, pero las tendríamos que sumar porque son vidas y familias rotas que nunca más volverán a ser las que eran.
Los accidentes de tráfico son hechos evitables. Detrás hay distracciones, excesos de velocidad, positivos en alcohol o drogas, entre otras imprudencias. Estamos fallando como sociedad si aceptamos estas víctimas con indiferencia y no nos autoexigimos permisividad y tolerancia cero hacia estas conductas irresponsables en la conducción que son las causantes de estas muertes.
Lo podemos decir también con cifras. La mitad de los conductores muertos en el 2018 habían consumido alcohol o drogas. Este verano, 22.209 conductores han sido reincidentes con 2 o más infracciones, 13.071 conductores han reincidido con 2 o más infracciones por exceso de velocidad, una decena de conductores han sido multados por exceso de velocidad más de 15 veces. Las distracciones están detrás de 1 de cada 4 accidentes con víctimas.
Las medidas coercitivas y punitivas sacan de la circulación a conductores borrachos, drogados y embalados, pero no son suficiente para garantizar unas carreteras seguras. Es necesario que removamos nuestras conciencias y que estas actitudes se nos hagan inaceptables. Solo así alcanzaremos el objetivo de cero víctimas que la Unión Europea se ha fijado para el 2050.