Conducir tras la pandemia

¿En la actual reanudación hacia la normalidad, el estado emocional afecta en el binomio movilidad-siniestralidad?

La tarea de conseguir una movilidad segura y sostenible es una labor compleja, que requiere de la complicidad de todos los agentes implicados: peatones; conductores; educación vial a lo largo del ciclo vital; industria y comercio de vehículos; diseño, construcción y mantenimiento de redes viales; planes de movilidad segura y sostenible, etc., etc. Aunque las variables mencionadas son requisito necesario e imprescindible, ninguna de ellas tiene tanto peso como la de las actitudes favorables a la movilidad segura y responsable.

Las actitudes, sean del tipo que sean, se sustentan en tres ejes básicos y fundamentales: 1) el cognitivo, 2) el emocional y 3) el conductual. Estos tres ejes, o factores, interactúan entre sí, por lo que podemos afirmar que adoptar o no una actitud favorable hacia una movilidad sin accidentes, sea como conductor de cualquier vehículo o como peatón, y siguiendo en los tres factores actitudinales, va a depender:

  1. De la percepción personal de la situación vivida, de sus creencias, de sus pensamientos y de sus experiencias previas relacionadas con el contexto vivenciado (factor cognitivo);
  2. De las emociones, anticipatorias, inmediatas o posteriores que le genera el escenario de referencia (factor emocional);
  3. De la manifestación y resultado de su conducta en respuesta a los estímulos que provienen de la situación experimentada (factor conductual).

Encontramos a personas que vivencian la liberación de la opresión y las limitaciones experimentadas aumentando su nivel de aceptación y de exposición al riesgo”

Desde el punto de vista psicológico, en el análisis de la evolución de la siniestralidad asociada a la movilidad hacia lo que debería ser el final de la pandemia COVID, hemos observado que, tras un extenso periodo de tiempo en el que se ha padecido restricción de movilidad; reducción drástica de encuentros a no más allá de la burbuja familiar; limitación al ocio, a la distensión, a la diversión, a las vacaciones o escapadas de fin de semana; exposición a la angustia por no poder estar, sentir o tocar a nuestros mayores, o a nuestros enfermos por estar en centros geriátricos o en recintos hospitalarios; la paradoja del desconsuelo y dolor, cuando el tiempo y la muerte nos han dado margen y permiso para despedirnos de nuestros seres queridos, pero la pandemia no.

Enlazando lo expuesto hasta aquí, con los tres factores que explican las actitudes y relacionando la vuelta a la normalidad con el aumento de la siniestralidad en la movilidad, concluimos que:

  1. La percepción de haber estado sometidos a miedos, restricciones e incertidumbre, el saber que estamos ante una amenaza constante y de incierto pronóstico personal, el creer que ante situaciones similares lo mejor es seguir la expresión de carpe diem, igual a “aprovecha el momento presente, no sea que mañana no puedas” (factor cognitivo);
  2. Sentir emocionalmente la necesidad de liberarnos, de escapar de alguna manera del encierro, de la incerteza y de la amenaza a la que nos somete el perverso e infatigable virus (factor emocional);
  3. Aunque afortunadamente el comportamiento no es generalizado, encontramos a personas que vivencian la liberación de la opresión y las limitaciones experimentadas aumentando su nivel de aceptación y de exposición al riesgo. La evidencia se observa en que, durante este lento y angustioso retorno a la normalidad, han aumentado las infracciones y, por extensión, los accidentes de tráfico asociados a la velocidad, a las distracciones, al consumo de alcohol y otras drogas, a la falta de cumplimiento de las normas y señales… (factor conductual).

“La pandemia ha desprovisto a algunos usuarios de la vía del sosiego y de la calma necesarias para una óptima y deseable convivencia vial”

Sea como sea, el error, la desolación y la pena está en poner en peligro la vida propia y la ajena por exponernos a situaciones de riesgo “ampliamente conocidas” asociadas a la movilidad y que se han mencionado al final del párrafo anterior. Quizás por la premura, o por la insensatez, de querer recuperar el tiempo y las ocasiones perdidas ante el horror de una pandemia, que ha desprovisto a algunos usuarios de la vía del sosiego y de la calma necesarias para una óptima y deseable convivencia vial.

Sebastià Sánchez Marín

Presidente de la Sección de Psicología de la Movilidad y de la Seguridad del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya

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