Entrevista a David Bosch, piloto profesional y director técnico de la Escuela de conducción FAST ParcMotor. Colaborador en los programas de televisión Autoteràpia (TV3) y Vamos sobre ruedas (Movistar)
– ¿Qué define a un buen conductor?
– ¡Nosotros siempre comenzamos las clases teóricas con esta pregunta! Uno de los grandes problemas que tenemos en la conducción no es que la gente no sepa conducir, es que se piensan que sí saben. Ser un buen conductor se basa en dos aspectos: tener técnica y, sobre todo, no correr riesgos. Además, también necesitas ser consciente de hasta dónde sabes, ser capaz de leer el entorno en el que te encuentras (no es lo mismo ir a 50 por una autovía que ir a 50 en una zona escolar) y, finalmente, ser consciente del vehículo que conduces, ya sea un coche, una moto o un patinete eléctrico.
– ¿Ser buen conductor es saber correr?
– ¡No! No, no. Mira, yo hace muchos años era un auténtico peligro. Y no pasa nada por decirlo. Yo empecé a competir a los siete años, pasé a las Fórmulas a los quince; cuando me saqué el carné de conducir ya estaba a un nivel altísimo de competición. Y en aquellos tiempos no tenía nada en la cabeza, pensaba que tener mucha técnica era suficiente, y ahora me doy cuenta de que he tenido mucha suerte de estar todavía aquí… Ser un buen conductor es saber adaptar tu velocidad al entorno y la diferencia entre correr más o correr menos es la diferencia entre tener o no un accidente, o sufrir lesiones más o menos graves, no hay más.
– ¿Cuáles son los principales errores que detectáis en los cursos de conducción?
– Todos conducimos de forma automática, sin pensar. Pero no todo el mundo sabe mirar a dónde quiere ir; es decir, cuando por ejemplo cruza un peatón, no es lo mismo mirar al peatón que mirar el espacio que hay a su lado, ¿me explico? Nuestra mirada es fundamental. En segundo lugar, detectamos también un miedo extremo a frenar. Los coches de hoy en día ya no son los de antes e incluyen muchas mejoras en la frenada. En los cursos de conducción, hacemos que la gente se haga íntima amiga del freno. El freno no choca, ¡el freno salva vidas! Y, para terminar, la postura: mucha gente no va bien sentada y no coge bien el volante, y esto también es fundamental.
– ¿Y qué nos pasa al volante? ¿Por qué nos transformamos?
– Yo antes me enfadaba mucho en el coche, mucho. Hasta que llegué a un punto en el que elegí no enfadarme. El problema no es el coche, es mucho más profundo: todo el mundo tiene una vida fuera del coche, con miedos, frustraciones…, y allá donde vayas, eso va contigo. Y si vas al fútbol, eso va contigo también, y si el árbitro no pita esa falta clarísima, todo eso que llevas sale y explota, ¿verdad? Pues cuando te subes al coche, todo eso va contigo también. Y cuando pasa cualquier cosa en la carretera, hacemos ¡patapum! Y explotamos. Y siempre ponemos el foco en los demás. Lo que tenemos que hacer es girarlo y enfocar hacia nosotros mismos, y cuando hemos tenido un mal día, ser conscientes de ello y no trasladar aquella ira o aquel mal humor a la conducción. Porque, ¿qué hay peor que un conductor emocionalmente desequilibrado? ¡Dos conductores emocionalmente desequilibrados! (risas) Por lo tanto, cuando vas conduciendo y pasa algo, aquello, por sí mismo, no tiene el poder de hacerte enfadar, el poder de enfadarte es tuyo. Es tu elección.
– ¿Qué recomiendas para evitar que el móvil sea una distracción al volante?
– Tú ahora imagínate que vas conduciendo y el de atrás te hace una bromita y te tapa los ojos con las manos durante tres o cuatro segundos. ¿Qué haces? Te lo cargas, ¿no? (risas). Pues es exactamente lo mismo que bajar la mirada al móvil: tus ojos ya no están en la carretera. Hoy en día, los vehículos modernos ya incorporan tecnologías que evitan tener que manipular el móvil. De todas formas, no hay nada más efectivo que guardar el móvil en la chaqueta y esta, en el maletero. El problema de las distracciones es muy grave. Y ya no me refiero obviamente a coger el teléfono; una conversación por el altavoz del coche también es una distracción, porque cuando tú coges una llamada de trabajo en el coche, tú en aquel momento no estás en la carretera, estás en el despacho.
Las distracciones se combaten con concentración. A mis alumnos siempre les hago recordar cómo conducían cuando tenían seis meses de carné: con los ojos como platos, atentos a todo lo que tenían frente al parabrisas, ¿no? Y entonces les pregunto: pues ¿os imagináis cómo sería recuperar aquella concentración con la técnica que tenéis ahora?
– ¿Qué les dirías a los conductores que se impacientan cuando no pueden avanzar enseguida a un ciclista?
– No hay que perder nunca de vista que el ciclista es mucho más vulnerable. Mucho más. Si un conductor, enfadado e impaciente, visualizara el mal que le puede hacer al ciclista, no tomaría ninguna decisión imprudente. Y aún más, si fuera consciente de que las consecuencias del accidente no serían solo para el ciclista, sino también para él mismo, todavía menos. Antes de provocar una tragedia, hay que contar hasta diez y pensar en todas las consecuencias que tendría aquella maniobra imprudente.
– Turismos versus camiones, motoristas versus turismos, peatones versus ciclistas… ¿Falta más respeto y empatía en la carretera?
– Totalmente. Se hacen dos equipos, y cuanta más guerra, menos soluciones. No son ciclistas, coches o peatones, son personas. Falta psicología, falta empatía, y sobre todo lo que comentábamos antes del foco, que todos mis problemas son siempre culpa de los demás: falta autoanálisis. Si te fijas, la gente está totalmente de acuerdo con las campañas y los mensajes de seguridad vial, ¡y tanto! Pero nadie se lo hace suyo, y este es el problema. ¡Que no están hablando de los demás, que están hablando de ti! Todo el mundo cree que quien tiene que aprender es el otro.
– ¿Cómo se puede superar la amaxofobia, el miedo a conducir?
– Yo pienso que hoy en día el tratamiento para superar el miedo a conducir queda cojo, porque se está enfocando solamente desde el ámbito psicológico, que obviamente es muy importante, pero hay que trabajar también el aspecto técnico. Es vital que aquella persona se sienta cómoda en el vehículo y tienes que darle herramientas para que su zona de confort sea el coche. Tenemos que llegar a ese punto en el que vea que tiene el control del vehículo, y si tiene el control, ya no hay lugar para el miedo. Yo he tratado muchos casos, algunos muy duros, y cuando ves que vuelven a conducir me emociono mucho y me produce una satisfacción inmensa.